Denuncia social

INCERTIDUMBRE


Ruido de coches en la calzada, tacones pisando fuerte en la noche madrileña, voces de personas en la calle ajenas a los problemas por unas horas.

Manuel se gira hacia la mesita de noche. Los dígitos rojos de su reloj-despertador brillan en la oscuridad: las dos treinta. Lleva más de dos horas tumbado en la cama y, junto a él, su amiga, su compañera de vida, su mujer, la madre de sus hijos... esa persona que significa tanto y a la que él llama simplemente Julia. Normalmente verla dormir lo tranquiliza, lo hace sentirse feliz, completo, pero esta noche no. Ambos saben que el amor de su vida tampoco dormirá esta madrugada, sin embargo, no hablan, no se miran, se sumen cada uno en sus reflexiones y sus miedos, total, a estas alturas no tiene caso gastar más palabras ni derramar más lágrimas. Ya se acabó el tiempo: mañana se cumplirá su orden de desahucio.

Las cuatro. Parece que Julia se ha rendido ante el cansancio y la desesperación. Manuel escucha su respiración profunda, lenta y acompasada, y la envidia: al menos durante su sueño podrá olvidarse de todo. Manu se levanta de la cama procurando no despertar a su mujer y se dirige al salón. Se deja caer sobre el sofá, recuerda cuando lo compraron hace unos años: llenos de ilusión comenzaban su proyecto en común, un viaje que, por ahora, no parecía seguir la ruta planificada.

El balcón está abierto y una brisa fría otoñal se cuela en el piso. Manuel sale a la terraza, necesita despejarse. Se apoya en la barandilla y mira hacia abajo: es un cuarto piso, una caída desde aquí podría ser mortal. "No, Manuel. Sabes que no debes hacerlo, que no es la solución", se recuerda a sí mismo. Muchas veces lo había pensado, valorado sus opciones, y a veces ésta le parecía peligrosamente tentadora. Pero una y otra vez se obligaba a seguir viviendo, no por él, sino por ellos.

-No puedo dormir papá, he tenido una pesadilla... había un monstruo en mi habitación...- dice entre sollozos la pequeña reina de la casa, Irene: seis años, un peluche en sus brazos, miedos nocturnos y un futuro incierto.

-Tranquila, cariño, sabes que los monstruos no existen, ¿no te lo digo yo siempre? Son sólo sueños, no pueden hacerte daño.- le contesta su padre, también con lágrimas en los ojos pero por miedo a engendros diferentes.

Ambos, padre e hija vuelven a la habitación, se acuestan el la cama de la pequeña y consiguen, por unas horas, alejarse de sus miedos. Mañana llegarán los verdaderos monstruos, los que de verdad asustan: criaturas con apariencia humana, pero con corazón de hierro.


Muchas familias han pasado, están pasando o pasarán por esta situación. Cientos de personas no saben dónde dormirán esta noche o si podrán comer mañana. No es un problema personal, es algo que nos afecta a todos los miembros de la sociedad. Si ayer fue un vecino el que perdió su hogar, hoy puede ser un familiar y mañana podrías ser tú.


AUTORA: Belena

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